viernes, 21 de febrero de 2014

La gran disonancia



Aquí os dejo un impresionante artículo de Antonio Turiel publicado en el blog THE OIL CRASH el pasado 18 de febrero.

Empieza así:
- ¿Qué tal? ¿A casa con los niños, no? Siempre te veo con tus hijos por ahí, muy bien, tú...
Nos habíamos encontrado saliendo de la estación de trenes y ambos andábamos rápido, pensando en llegar a casa y hacer las tareas del final de la tarde, probablemente.
- Siempre que no estoy trabajando estoy con mis hijos - le dije yo.
- Eso está muy bien - me contestó él - Son aún muy pequeños, ¿no? Pero en seguida crecen y antes de lo que te das cuenta ya están en la Universidad...
Yo esbocé una sonrisa entre triste y cansada y le dije:
- No sé si mis hijos irán a la Universidad.
Él debió pensar que bromeaba e insistió un poco, delante de lo cual yo le dije, un poco más firme:
- No creo que mis hijos vayan a la Universidad.
Tal actitud por mi parte es, obviamente, discrepante; disonante con el sentir social, se podría decir. Que yo, que tengo formación universitaria superior, no dé por hecho que mis hijos también tendrán formación universitaria, no deja de ser algo peor que una excentricidad: es una subversión del orden natural de las cosas y una barbaridad. Y sin embargo, mi manera de ver las cosas es perfectamente coherente con lo que veo en mi entorno: elevadas tasas de paro (26%) que se disparan cuando hablamos del paro entre los más jóvenes (más del 50% de los menores de 25 años que quieren trabajar no lo consiguen), una situación económica embarrada, un alto endeudamiento público y privado que hacen presagiar una lenta recuperación económica, una progresiva disminución de los salarios públicos y privados... y todo ello antes de tener en cuenta que la falta de recursos naturales garantiza que esta crisis no acabará nunca. No malinterpreten mis palabras: no es que yo desee que mis hijos no vayan a la Universidad; es que no sé si para cuando ellos tengan que tomar esa decisión lo considerarán conveniente, amén de que no sé si para entonces mi poder adquisitivo me permitirá costeárselo. Más aún: es que creo que será difícil que pase tal cosa. Por supuesto que si ellos quieren y yo puedo lo intentaremos, pero albergo muchas dudas sobre ese posible futuro. Dudas fundadas en los más de seis años de crisis que llevamos a las espaldas y en mi conocimiento sobre nuestro inexorable declive energético; declive que no implica necesariamente la destrucción de la clase media, pero sí que la implica nuestra falta de reacción ante el mismo. [...]
 



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